Casarse por amor, ya no es suficiente
Hoy difícilmente podemos pensar en el matrimonio como «la tierra del amor».
¿Qué garantías nos da un matrimonio “por amor”?
El amor, en términos generales, es poco previsible y difícil de domesticar. La incertidumbre forma parte de su ADN, esto contradice la creencia telenovelera de que “el amor todo lo puede y todo lo soporta”.
Toda relación amorosa implica correr cierto riesgo, no se trata de pensar que tenemos que vivir permanentemente “en la cuerda floja”, per sí de reconocer que, si bien una elección de pareja acertada aumenta las posibilidades de estabilidad, placer y éxito amoroso, nada ni nadie puede asegurarnos un amor sin deterioro y menos aún un “amor eterno”.
La lógica del amor y la lógica del matrimonio
El amor es una relación, como tal, se genera en el intercambio y la convivencia de los amantes. El amor lo construyen las personas que integran ese intercambio y no se somete a normas preestablecidas ni a reglas fijas. El amor perteneces a una lógica intersubjetiva basada en la libertad, el cambio y la novedad.
El amor requiere cierto misterio, ocultamiento y distancia. Saberlo todo, asegurarlo todo y conocer de más, lo marchita, lo apaga.
Por su parte, el matrimonio es una institución y pertenece a la lógica social. Como institución está sometido a derechos y deberes: requiere normas claras, horarios, y usos y costumbres aceptados.
El matrimonio generalmente implica convivencia domiciliaria: compartir el mismo techo, la misma mesa… y con ello, hijos, familias, pericos, hipotecas y demás. Como institución, el matrimonio requiere certezas “totales”, una estructura clara -a veces desigual- con diferencia de roles, de actividades, de responsabilidades y funciones. Está basado en certidumbre: se sabe qué pasará, con quién, cuándo, cómo y dónde; es predecible y “seguro”, pero también tan rígido y rutinario que lleva a sus integrantes a la monotonía y saturación.
Cuando el amor se mantiene vivo, las relación de pareja tiene para los amantes más importancia que el entorno social. Por el contrario, las parejas erosionadas suelen llenarse de ruido para evitar el vacío que los une.
LA CLAVE DEL ÉXITO
Hacer convivir amor y matrimonio requiere que los miembros de la pareja no sientan que se pertenecen, sino que se vivan como seres individuales. Esto es el corazón del riesgo y de la incertidumbre que hacen que sobreviva el amor: quiero al otro para mí al tiempo que quiero conservarlo como deseable. Y ¿cómo voy a desear algo que ya tengo asegurado? Justo así, manteniendo una cierta independencia.