Por: Cecilio Pérez Cortés
Ahora fue doña Angela.
La noticia de su muerte me impactó, porque aún la recuerdo en la última reunión con su risa franca, su amabilidad, la disposición a ayudar, lo mismo que su solidaridad. Antes se fue el doctor Palma, con vida distinta, con caminos transitados diferentes, pero con un común denominador: apreciados por la familia.
Y así se han ido del espacio terrenal muchos amigos, conocidos, vecinos con los que conviviste, conversaste o alguna vez los saludaste, pero tienes grabados sus rostros y nombres que ahora son parte de la estadística de esta pandemia.
Apenas el lunes le decía a mi hija que me parecía esto un sueño, una pesadilla y que creía que en los próximos días íbamos a despertar y volveríamos a ver a nuestros amigos y seres queridos; es una negación, lo razono. Me niego a creer que ya no estén, parece tan irreal.
Escuchaba decir al Presidente de la República hace unos meses, cuando lo cuestionaban sobre los paupérrimos resultados del crecimiento económico, que no todo se debe medir de acuerdo a lo monetario, que también habría que medir la felicidad de todos los mexicanos, que es ahí donde se ve el avance o el desarrollo; aunque en economía en el aula te enseñan que es mejor el crecimiento que el desarrollo, por diversas razones y parámetros, pero no es mi intención desmentir al Ejecutivo en ese sentido, él tiene sus números y está al timón de este barco.
Pero si efectivamente, hay quienes se dedican a medir la felicidad de los ciudadanos y con base en ello, pueden también determinar la calidad de vida de las ciudades.
Incluso Acayucan fue motivo de una tesis en Harvard y a los sinodales de quien obtuvo una maestría con esa presentación, les llamaba mucho la atención como cambió la percepción de la vida a quienes por primera vez, en muchos años, gozaban el beneficio de la pavimentación de su calle.
Pero volviendo con el Presidente y sus mediciones extrañas para conocer a su pueblo, cabe entonces preguntar en estos momentos cómo medimos el dolor que sufre México.
Porque el dolor de Marcelo Ebrard con la muerte del CEO Kuri H., no es el mismo comparado con el de los familiares y amigos de doña Angela por ejemplo. Por lo menos así lo demostró el Secretario de Relaciones Exteriores y aspirante a la Presidencia de la República; implícitamente en su tuit evidenció que las muertes de ciudadanos comunes y corrientes, no le pesan tanto como la del acaudalado empresario.
Expresó sus condolencias y pésame a sus familiares, pero no lo hizo con los deudos de los repatriados en ataúd por las mismas causas –El Covid-, no sé porque la diferencia, si la muerte se encargó una vez más de demostrarnos que somos iguales y vamos para el mismo lugar, no importando posición social o económica.
No es el mismo dolor de Ebrard por el citado empresario, como el dolor de Acayucan al enterarse de la partida de distinguidas personalidades como el doctor Valdivieso, el incansable empresario, mi amigo, Isaías o el muy querido profesor Vázquez.
¿Cómo calculamos señor presidente el dolor de los amigos y familiares del distinguido doctor Zambrano, o del médico Carreón o el jovial Chema Torres.
De la escala del 1 al 10 ¿Cómo se mide el dolor de la familia istmeña por la partida de doña Carmen o de quienes han perdido un ser querido en esta emergencia sanitaria?
Me imagino que no hay un parámetro, una escala. Cada quien vive y siente su dolor.
Lo que sí se puede hacer es que las autoridades hagan suyo ese dolor y sumen esfuerzos para no seguirlo causando.
Que se pongan de acuerdo y vayan en un mismo sentido, que el Ejecutivo no contra diga al mismo Ejecutivo. Si el Subsecretario de Salud ha dictado una serie de medidas y como una de las principales, el uso de cubre bocas.
La desobediencia del Presidente a usarlo, va más allá de lo anecdótico y coloquial; es un asunto legal. Algunos gobiernos han avalado sanciones contra quienes no sigan estas medidas urgentes y obligatorias, pero el Jefe del Ejecutivo no las respeta.
López Gatell en estricto sentido jurídico es un representante del Ejecutivo, que no se les olvide; es decir, tiene personalidad y aval presidencial para hacer lo necesario. En esa analogía, el mismo presidente no respeta ni acata lo que dice el mismo presidente. Suena de locos, pero así es.
Que hagan su parte y que la sociedad siga haciendo la suya, para evitar más dolor aun pueblo.
Decía Esquilo de las confrontaciones bélicas: “La Verdad es la primera víctima de las guerras”; en esta pandemia, la verdad es la primera víctima, la mataron desde un principio.
CONFESIONARIO 1:
Un tesorero de la región anda a salto de mata. Trascendió que el daño al erario rebasa los NUEVE MILLONES DE PESOS. El alcalde de ese municipio está que bufa, pues le dejó un paquetote. De entrada debe haber una auditoría emergente para saber si el alcalde alcanza responsabilidad o de qué manera librarla. El tesorero en mención operaba en un municipio ubicado a no más de 10 kilómetros a la redonda.
CONFESIONARIO 2:
En Soconusco le crecieron los enanos al Presidente Municipal. El tesorero municipal se cree con muchos espolones para entrar al palenque de la grande, pero la realidad es que es un pollito que sería presa fácil para un caldo de los opositores. El de Obras Públicas, se siente con más derecho porque se la prometieron y no está viendo claro. Amenaza con abrir la caja de pandora para exigir lo suyo. Total, ya se olvidó la gente del tráiler con cemento que se decía era de dudosa procedencia.
Mientras tanto Temo Baruch sigue viendo cómo se mueven las aguas, con eso de que hasta Tomás Carmona piensa que hay cenizas del fuego aquel. Pero no descarten a una mujer. Soconusco y Hueyapan son los dos únicos municipios de la zona, donde no se ha gobernado con la sensibilidad femenina.
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