Déjame que te cuente…
Por: Sergio Trejo González
Es la noticia lamentable y dolorosa de la tarde del sabado 27 de junio del terrible 2020. El conocido y respetado galeno falleció. Sabiamos de su padecimiento y confiabamos en su recuperación. Después de muchos días perdió la batalla.
Rafael Valdiviezo Marín:
Hijo de la señora Ana María Marín de Valdiviezo y del señor Felipe Valdiviezo. Su deceso conmociona a la sociedad acayuqueña, pues resulta ser, igual que sus hermanos, Noé, Francisco, Concepción, Arcadio, Ruth, Ana María y Doris, personas apreciadas profundamente.
Sus raices genealogicas entiendo provienen de Tehuantepec, Oaxaca. Lugar donde la gente se distingue por su entrega y entusiasmo a sus actividades; resultan, lo subrayo, ser personas de mucha iniciativa y muy trabajadoras.
El doctor Valdiviezo
Estableció su consultorio, en ese domicilio conocido de la calle Guerrero, mismo lugar donde recuerdo en tiempos muy lejanos se ubicaba el taller de los Valdiviezo, que prestaba servicios de mecánica y balconeria, que luego se estableció por la orilla del norte de la ciudad, en calle Ocampo.
Ahí, en la Guerrero, pudimos alguna vez resultar atendidos para una emergencia familiar, en ausencia de nuestro médico de cabecera, para una de esas urgencias que con cuidado, esmero y consideración, significan la diferencia para poder contarlas. El doctor atendió nuestra paciente no solo con profesionalismo sino con la especial preocupación de una contingencia personal.
Eso jamás podríamos olvidarlo.
Rafael Valdiviezo Marín, era un facultativo, serio, sereno y seguro. De pocas palabras pero preciso en lo sus diagnósticos.
Durante muchos años tenía que ver con las Agencias del Ministerio Público prestando sus servicios como médico legista, rama donde aplicaba con precisión sus conocimientos para la resolución de los problemas que plantea el derecho.
Ahora, todavía, no podemos creer esa realidad de pesadilla que duele.
No tenemos idea del protocolo para sus exequias ni como podríamos despedirlo.
Ahora no se nada. Es demasiado tarde. Ya es tarde.
Nos quedamos con nuestras oraciones en los labios, en el recuerdo de las imagenes de las ocasiones, cuando coincidimos para compartir el pan y la sal, entre otros amigos que le quisimos y lo extrañaremos.
Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios lo guarde en la palma de su mano.