AGENCIAS
Desde hace un par de décadas, el taller Sombreros Guesa, de Miguel Martínez Amayo, da color al mes patrio con la elaboración del tradicional sombrero Zapata, que obtienen tras unir tiras de palma tejidas en Oaxaca y detalladas por los jarcieros poblanos.
Miguel es parte de la segunda generación de una familia dedicada a la industria de la jarcia, actividad que vio su auge en Tehuacán, Puebla, hace más de 100 años, y que es preservada por unos cuantos negocios.
En el taller se preparan para los festejos de septiembre desde meses previos, elaborando los tradicionales sombreros, ocupados sobre todo para adornar y los cuales son demandados por el turismo extranjero. Sin embargo, en este 2020 las cosas cambiaron por la pandemia, que desplomó la confección entre 80% y 90%.
Pese a la crisis, el ánimo no decayó y con optimismo se logró una pequeña producción, de entre 2 mil y 3 mil piezas.
Los poblanos mantienen la tradición de la jarcia, pese a la competencia que representa la introducción de sombreros de origen chino.
Además de los típicos sombreros patrios, los jarcieros actualmente tienen alta demanda de sombreros para protección solar, como el Forastero, el Saguayo y el Pescador, que son exportados a Los Ángeles, California, donde se usan para mitigar los estragos de las altas temperaturas en los campos agrícolas.