Carlos Loret de Mola
Varios contactos de Paulina bloquearon de inmediato el número porque ella les había avisado, pero una amiga cayó en la trampa e hizo el depósito.
Paulina estaba dormida cuando le empezaron a marcar de varios números telefónicos desconocidos. Uno de Arizona, otro de Berlín. No tomó las llamadas y siguió durmiendo. A la mañana siguiente, cuando se levantó, se dio cuenta que minutos después de esas llamadas, le llegó una notificación de que su Whatsapp se estaba descargando en otros dos dispositivos. Esto la desconcertó. Trató de abrir su Whatsapp y no pudo.
Sin imaginar lo que verdaderamente sucedía, borró la aplicación y la bajó de nuevo desde la AppStore para refrescarla y superar lo que dedujo sería algún bicho de esos que traban las aplicaciones. Pero el Whatsapp nunca volvió a funcionar. En eso, su esposo, que estaba junto a ella, recibió un mensaje del Whatsapp de Paulina: hola, ¿cómo estás?
Alguien se estaba haciendo pasar por ella. De manera simultánea, amigas y familiares recibieron también mensajes de saludo con una petición concreta: “no estoy pudiendo hacer una transferencia por problemas con el chip de mi banco, tienes manera de prestarme para hacer el pago y te los regreso al rato cuando te vea, por favor? Son 10,300 pesos”. Otro decía: “Tengo un imprevisto, ¿puedes hacerme un favor? Puedes prestarme $5,000 por favor, te pago mañana a primera hora”.
Distintos montos para distintos contactos a depositarse en distintas cuentas de distintos bancos con nombres de titular distintos. Una de HSBC 4213 1661 4414 6556 a nombre de Brisa Martínez Salinas. Otra de BBVA 4152 3138 3506 4754 de Luis Sataray Navarro.
Varios contactos de Paulina bloquearon de inmediato el número porque ella ya les había avisado, pero una amiga suya cayó en la trampa e hizo el depósito. De hecho, le depositó a la tarjeta de crédito verdadera de Paulina, y cuando le mandó el comprobante, la falsa Paulina le dijo que no podía acceder a esa cuenta, que mejor le depositara otros 5,000 a la cuenta a nombre de otra persona diciendo “en un par de horas te regreso los 10,000”. La amiga lo hizo. Los estafadores se habían salido con la suya. La amiga a la postre reclamó a un hombre que le tomó la llamada en el teléfono de Paulina. Lo llenó de insultos y él se burló: no te quejes, sólo te pasó una vez, es para que aprendas algo nuevo hoy.
La sofisticación de los métodos de ciberfraude —extraer una cuenta real de Whatsapp y desde ahí mandar mensajes usurpando una personalidad y obteniendo recursos depositados a través de transferencias bancarias— exhibe la incapacidad que han tenido las autoridades para empatar el ritmo al que las bandas están usando la tecnología para cometer delitos.
Paulina nunca pudo recuperar su cuenta de Whatsapp, tuvo que cambiar de número telefónico y cuando reportó todo esto a Telcel le dijeron que ya les habían llegado varios casos así. A excepción del nombre de la protagonista de la historia —que cambié para cuidar su seguridad— todos los demás datos, incluyendo las cuentas bancarias y los diálogos, son reales.